jueves, 12 de diciembre de 2013

Padresconautismo. Afirmación 12: El aula es una abstracción.



El aula es una abstracción.






Al deambular gran parte de nuestra infancia y juventud por aulas escolares, convertimos esos espacios  en una verdad absoluta que se concreta en sus paredes, ángulos, mesas, sillas, lámparas, adornos, y en la inevitable demostración del lugar donde se ubica el profesor.  La mayoría de estos lugares se construyen en espacios rectangulares, con las mesas y sillas ubicadas de tal forma que el docente pueda ser visto y escuchado como el elemento central del ritual educativo. En menos lugares se asiste a un espacio circular en el que se promueve una visión compartida de los participantes del aula, con un docente que sigue siendo el punto de referencia más importante.





En muchos sitios las aulas son acompañadas por barrotes, puertas metálicas, barras de seguridad, chapas y ventanales cerrados. Eso ha creado una imagen del aula como un espacio de constricción, heteronomía, negación del educando, imposición normativa, adoctrinamiento escolar y control corporal.

Por eso no es extraño que se haya asumido una posición crítica sobre el aula, promoviendo su desaparición en conjunto con la escuela que la contiene.





El aula como un hecho dado, parece existir sin réplica alguna, sin embargo es muy interesante acceder a este lugar cuando no se encuentran allí los estudiantes y el docente. Persisten las anotaciones hechas sobre su estructura y conformación y sin embargo todo falta en ella. Es un lugar vaciado de sentido, en el que los diferentes elementos que la componen no logran constituir en si mismos un lugar para educar.

¿Y si el aula no es en si misma un lugar para educar, por qué los docentes,   estudiantes, directivos y padres de familia la convierten  en un espacio determinante para el ejercicio educativo?




En un aparato perdonado cada una de sus piezas termina configurando una realidad que es asumida como única, legítima, irremplazable e indispensable. El solo hecho de pensarse en modificaciones, giros o desplazamientos conlleva la emergencia del temor y el rechazo al cambio, Por ello el aula en apariencia está restringida de forma espacial y cualquier propuesta que recree dicha concepción es subducida con facilidad. Ello está tan demarcado que es frecuente observar como las actividades del centro educativo se dividen en las agenciadas dentro del aula y las que se dan fuera de la misma. El aula demarca qué es contenido por ella, y lo que la sobrepasa para encontrarse en otro tipo de espacio.



Esto de nuevo ratifica que el aula es valorada como un espacio arquitectónico en el cual se llevan a cabo actividades que corresponden a un ejercicio educativo donde hay una relación estudiantes - docente que es mediada por unos intereses educativos, unas pautas metodológicas y unos dispositivos didácticos.

Y sin embargo esa perspectiva de aula es tan solo una abstracción. Basta con retornar a  la observación del aula sin los actores del ritual educativo. El aula en si misma no existe, lo existente es una disposición arquitectónica que presupone la generación de control, disciplinamiento corporal, logocentrismo, silencio, atención, concentración y regulación grupal.  Por lo tanto al establecerse una relación educativa en dicho espacio lo que se está haciendo es recrear esa disposición de control, no un escenario privilegiado para el aprendizaje.




Este tipo de escenario no está pensado para que en el participen niños o niñas que expresan claramente su diversidad. Al establecer una relación de control en la que se promueve una relación comunicativa desigual, dominada por quien tiene apropiado el discurso, la dinámica conlleva la concreción de la homogeneidad. Lo expresado desde la diversidad no se convierte en un elemento que enriquece el encuentro educativo, al contrario lo entorpece y enturbia, por ello es frecuente que en caso de no lograrse la homogenización, se recurra a la separación técnica de quien se expresa.





Si reconocemos que el aula es una abstracción que tiene como finalidad el encuentro, con facilidad puede ser superado el espacio de control. En ese desplazamiento comprendemos que el espacio como tal no es el importante, lo valioso es el uso que se haga de el en pos de agenciar el diálogo, el encuentro, el asombro, la participación y en últimas la emergencia de un ser humano que ronda múltiples dimensiones.




El encuentro difumina las paredes del espacio de control, para tornarlas altamente permeables y fácilmente intercambiables, todo acorde con el devenir del mismo encuentro. Por ende las condiciones previstas del aula pueden cambiar y mutar acorde con las necesidades y emergencias de quienes se encuentran.



Con lo expuesto no estamos hablando de la difuminación del aula que conocemos (espacio de control), para nada, la permeabilidad no implica la pérdida de una estructura, al contrario, en esta perspectiva del aula la estructura no está brindada exclusivamente por el orden y ubicación de los objetos que componen el espacio de control, la estructura corresponde a las ideas que delimitan las intencionalidades del encuentro y por ende a los cambios arquitectónicos, logísticos y espaciales que estas requieren.





Ya el encuentro no está modulado por la relación contenidos - espacio de control, sino por la relación estructura - emergencia.

Esto es necesario ampliarlo. En las aulas escolares el docente es un mediador del conocimiento, su formación le sirve para transformar el saber sabio en saber enseñable, dicho de otra manera, se entrena para desmenuzar el conocimiento haciéndolo digerible por quienes acceden al espacio escolar. En esa tarea está apoyado por los contenidos previstos para hacer posible la transmisión de dicho conocimiento y por el espacio de control, el que le permite unos mínimos de manejo grupal e individual para hacer efectiva la transmisión.



Digamos que la cosa no es tan mecánica como se menciona, sin embargo en el sentido más lato, es así. Y esto no cambia en las aulas que son "transformadas" mediante el color, las formas, las texturas, los juguetes, etc. Es el espacio de control (en este caso un control más blando) el que determina en conjunción con los presupuestos educativos del docente, lo que los niños y niñas han de aprender. 



La relación estructura - emergencia conlleva otra lógica que deja al conocimiento en un segundo plano (y no por ello lo deslegitima o minimiza). El educador, que en este caso se ve a si mismo como un acompañante, enfoca su esfuerzo en la creación y realización de estructuras (con o sin el apoyo de estudiantes, padres de familia y otros actores) que le permitan a los niños y niñas asumir aspectos contextualizados de la realidad que pueden o no tener de manera intencionada relación con aspectos de contenido (de allí que los veamos en un segundo plano). En la estructura lo más importante es el abordaje de distintas dimensiones del estudiante, para permitirle expresar su ser. Cuando dicho ser es expresado surge la emergencia. 





En esa relación estructura - emergencia, lo evidenciado hasta ahora en nuestra experiencia es la movilización de distintas dimensiones del ser a favor de esfuerzos comprensivos y explicativos que tienen como principales características la pertinencia y la apropiación contextual de la realidad y sus distintos abordajes.

Este tipo de aula configura otra abstracción que necesariamente necesita de cambios en la cosmovisión del ritual que le da sentido al encuentro educativo, el espacio de control (modificado o no) es considerado como una lanzadero, como un lugar de pivote, que lleva a los estudiantes a otros escenarios donde la estructura del aula persiste en tanto la misma está fincada en las ideas y no en los muros y sillas. Vale la pena presentar un ejemplo: Alejandro estaba trabajando una serie de rompecabezas que lo remitieron a los elementos que constituyen a una escuela. Una vez concluido ese ejercicio, tomó una cámara fotográfica que tenía a su mano, salió del espacio de control y recorrió toda la escuela (la que el tiene abstraída), tomando diferentes fotografías en planos, detalles, puntos de cámara y ángulos que sólo él podía definir.



Luego del uso de la cámara, dijo una cosa simple y potente "me gusta mucho mi escuela". Observando las fotografías, la escuela de Alejandro no tiene relación alguna con la escuela que privilegiamos los adultos. Para nada enfocó puertas, tablero, ventanas, sillas, mesas. Su foco estaba más allá de estos objetos. En este ejercicio el enganche conceptual no existió  en apariencia, sin embargo el acompañamiento que se le hizo al recorrido fotográfico permitió el trabajo sobre elementos vivos de la escuela.


El trabajo con los rompecabezas convocó a Alejandro para que indagara más allá de los objetos que tenía a su mano, el aula estructurada le permitió dicho ejercicio dado que el reconocimiento y valoración de su emergencia privilegió el pivote (que en este caso fue la sumatoria de rompecabezas, cámara, fotografías, recorrido, acompañamiento, ampliación de la mirada y reingreso al espacio de control).

En el último paréntesis se planteo la idea de la ampliación de la mirada. Esta tiene mucho que ver con nuestra siguiente afirmación.

Afirmación 13. El aula educativa solo existe si es creada para que emerja el ser humano.

Un abrazo a todas y todos.

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