martes, 19 de noviembre de 2013

Padresconautismo. El cuerpo es el sitio para trabajar las expresiones autistas de Alejandro.


Hemos dedicado nuestros años recientes a jugar con nuestro hijos, como mínimo compartimos  diez horas diarias con ellos,  en ese tiempo a pesar del trabajo intenso de acompañamiento muchas actividades se convierten en amasijo de cuerpos, abrazos, risas, correrías por casa, saltos, actos circenses y un contacto cercano de pieles.

Igual es con Alejandro que con Luana o con Sebastian, en este aspecto las diferencias han sido pocas, es cierto que sus respuestas y acercamientos son diferentes, sin embargo el sentido general de los encuentros es el mismo. Obedecemos a los movimientos de sus cuerpos, ampliamos su espacio y frecuencia en las formas de contracto y presión sobre diferentes lugares de sus cuerpos. Diariamente terminamos en sutiles masajes que privilegian las zonas óseas y articulares tal como lo plantea el doing.








El centro de nuestro encuentro es el cuerpo, no hay otro territorio distinto para conocer, en un mundo que se ha ampliado más allá de la propia imaginación, donde los controles sobre el mismo determinan una experiencia descentrada, que lo ubica más en la dimensión de lo instrumental. 

Ese cuerpo que en la línea del tiempo ha sido estereotipado, controlado, negado, atacado, constreñido, abusado, hoy ha sido convertido en escaparate, en territorio estético. Desde nuestro punto de vista dicha colonización es posible en tanto existe un verdadero enejenamiento  corporal, agenciado por un abandono parcial de la sociedad en su conjunto. 







En tiempos de la ruralidad, hasta los años 70 en Colombia, el cuerpo era controlado de manera disciplinar (norma, uso, apariencia, modos, deberes, obediencia, higiene, rutinas). En los siguientes treinta años con el surgimiento y desarrollo rápido de un aparato de mercadeo y publicidad que ubicó gran parte de su esfuerzo en el control sutil del cuerpo, a la par de unos cambios sociales ligados a la migración urbana, la densificación poblacional, el ingreso de la mujer al trabajo, la masificación de la educación, la inrupción de la juventud, la entrada de las primeras hiperestesias, la galopante  colonización cultural norteamericana y la entrada triunfante  de las TIC, entre otros, el cuerpo ingresó en un territorio paradójico.





Contiene en si mismo el rezago del control disciplinar, con la creciente presencia de una experiencia enajenada y llena de abandonos. Por lo menos en nuestro país la respuesta social hegemónica frente al cuerpo ha sido el abandono creciente de los niños y niñas, y con esto no estamos infiriendo la no existencia de estadísticas que demuestran mayores coberturas de atención en salud, vacunación, atención a la primera infancia, etc. Nos estamos refiriendo a la experiencia primigenia del cuerpo.  Las familias extensas permitían que la experiencia corporal fuera variada y cargada de matices, la cercanía con la ruralidad favorecía experiencias pululantes en  detalles, relaciones naturales, reconocimiento de la interacción del cuerpo con los elementos de la naturaleza. El imaginario de seguridad permitía la presencia de los niños afuera, lo que estimulaba relaciones de pares mediadas por su propia imaginación y felicidad y no por docentes, jardineras y acompañantes adultas. Al  no existir las TIC, la posibilidad de imaginar y recrear el mundo estaba ubicada en la tradición oral, lo que permitía la herencia cultural directa; la lectura a baja o mediana escala; y especialmente en la experiencia de pares y en el juego intergeneracional.






A los que somos padres hoy se nos induce (las cientos de campañas publicitarias y sociales para que nuestros hijos privilegien una serie de verbos (acciones) que se caracterizan por el estar afuera de la propia experiencia corporal. Bañar, vestir, limpiar, instruir, progresar, ocupar  tiempo libre, mejorar, reducir, comer bien (no alimentar), aprovechar, ver, teclear, competir, usar, decidir (con o sin argumentos), recrear...

Verbos como los siguientes no hacen parte de lo importante que debemos promover en los niños: escuchar, equilibrar, jugar, corretear, gritar, amasar, saltar, interrumpir, esperar, aplazar, dialogar, cuestionar, acariciar, oler, palpar, mirar, atrapar, golpear, respirar, retener, sentir, percibir, imaginar, crear, ensoñar, comparar, interiorizar, meditar, degustar, hablar (como un acto de creación permanente), explorar, asombrar, emocionar, llorar, reír, cantar, agradecer, acompañar, lanzar, patear, danzar, abrazar, besar, babear, untar, mover,  expulsar, sudar, defecar, orinar, moquear, arañar, erotizar, complacer, disfrutar, entregar, aportar, amar, reconocer, aceptar, negociar...





Nosotros nos revelamos y planteamos que estos últimos verbos son la esencia de la construcción del cuerpo, lo demás está en una pleyade de dispositivos que nos rodean y que paulatinamente han suplantado parte de nuestra experiencia de autorreconocimiento.

Sin poder afirmar taxativamente que esta es la propuesta para el manejo de las expresiones del autismo de Alejandro, si pensamos que es fundamental con cualquier niño diseñar, adaptar, crear y permitir los ejercicios necesarios para que estos verbos sean por lo menos puestos en escena.

Por eso es que asumimos como uno de nuestros tres sugerentes en el acompañamiento a las expresiones de autismo de Alejandro, el abordaje de la corporalidad como el escenario central de trabajo. 








Sin tener un patrón muy sistemático, si es claro que trabajamos en seis momentos diferenciados:

1. El acceso total a su cuerpo. Abrazos, masajes, caricias, besos, fluidos en su cuerpo, esencias en su cuerpo, texturas en su cuerpo, temperaturas, presiones, localizaciones, movimientos controlados, extensiones, flexiones, abducciones, aducciones, estiramientos, recogimientos. Acompañamos estas acciones con susurros, palabras, distintos tonos de voz, exclamaciones, narraciones, invenciones, comparaciones.






2. El cuerpo socializado (con propuestas que emergen de Alejandro, sus hermanos o nosotros). Juegos, correrías, golpes, tirones, saltos, gritos, asombros, risas, arrastres, rodillos, amontonamiento, cargas, sujeción, escalada, colgada, balanceo, lanzamientos (del propio cuerpo). Nuestro papel es amplificar el menú de acciones.









3. El cuerpo del asombro (en general moldeado por nosotros, teniendo en cuenta las emergencias y la potencialidad del asombro). Son ejercicios sutiles en el cuerpo, ubicación de puntos específicos, creación de canales gráficos, cascadas en la piel, sabores, imágenes, olores, sonidos, vibraciones, colores,  movimientos, texturas, desequilibrios. Pueden ser los olores de la cocina, como los olores del sanitario, por ejemplo. Algo que les encanta, rascar en zonas puntuales.







4. El cuerpo oculto (modulado por nosotros, aunque a veces se convierte en un juego modulado por los niños, especialmente por Sebastian). Se le da valor a las excreciones del cuerpo, sus sabores, texturas, olores. Se empieza a reiterar la importancia de entender los residuos corporales como advertencias y alarmas sobre la forma como se está tratando el cuerpo. Jugamos con la saliva, la orina, los mocos, el cerumen, la sangre (cuando esta fluye por cualquier raspón o pequeña cortada) y la roña. Evitamos el trabajo con la materia fecal dado que los niños tendieron a convertirlo en material de escritura y eso nos complicó un poco. Luego retornaremos a ese material.








5. El cuerpo alucinado. Este es un cuerpo narrativo que surge de las palabras de los niños, ingresamos en su narración y actuamos en ellas asumiendo un rol protagónico o de observadores. 






6. El cuerpo sociocultural. El cuerpo que nos permitirá la convivencia y el paso social por la existencia. Las maneras básicas de protección  y supervivencia social. Las habilidades requeridas para pasar desapercibidos como seres anónimos. La habilidades sociales para llegar a intereses y realizaciones.


Un abrazo a todas y todos.





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