sábado, 2 de noviembre de 2013

Padresconautismo. El hijo con autismo nos coloca en el espejo de nuestros prejuicios.

Alejandro ha tenido la virtud de acercarnos a nuestro propio ser, ha sido  un excavador de nuestros miedos, vanidades y decisiones pospuestas. Con esa alta capacidad de colocarnos en los límites de la interacción social y de los supuestos sobre una sociabilidad esperada, ha implicado para nosotros un distanciamiento de nuestros propios presupuestos. En primera instancia nos ha demostrado que no existe ese mundo binario en el que nos han ubicado desde el mundo occidental. Las cosas asociadas a lo malo o lo bueno, lo adecuado o inadecuado, lo esperado y no esperado, como tantas pautas de lo binario, han cobrado un tono de umbral en el que los desempeños y las acciones pueden tener múltiples matices. Porque nuestra tendencia es a esperar todo o nada en los ejercicios que planteamos en la vida cotidiana, y en eso Alejandro es un maestro, se encarga de derrumbar paso a paso esos deseos de completitud para que comprendamos la importancia del paso a paso, la palabra que sigue la palabra, la sonrisa que primero se esboza para luego declararse con plenitud. Con su mirada plácida y brillante se encarga de ubicarnos en el lugar de los sueños, un sitio sin patrones de medida o comparación, en el que las promesas no tienen valor, igual que muchas de las palabras que se desgastan cuando tratamos de que el otro nos muestre que somos comprensibles y no estamos perdidos en el mundo. 

Él desde su mirada cargada de otras formas de comunicar nos anuncia que nuestro mayor error es asumir que tenemos la razón y la verdad, es suponer que nuestras catedrales de ciencia, filosofía, dogmatismo e ideología, no son más que sitios de peregrinaje y oración, que el mundo real está fuera de estos sitios y que la única manera de reconocerlo es darse a la tarea de observar sin prisa, con la humildad de quien se empieza a reconocer como desprovisto de alguna afirmación que pueda ser llamada verdad.

Su mirada es un acto terapéutico que nos retorna a un principio de realidad que con frecuencia olvidamos, es un soplo que proviene de lugares marginados y marginales que gracias a Alejandro tenemos la posibilidad de percibir.

Pensarnos hoy sin Alejandro es un absurdo sin cabida en nuestra cosmovisión, él liga los hechos y las cosas, brindándonos como familia una oportunidad única de comunicación y encuentro, con él creemos que somos cercanos comunicativamente a Sebastian y Luana, aceptamos sus desdenes y momentos de soledad, promovemos sus encuentros y enunciamos en nuestra casa que cada espacio de ella es una posibilidad de aprendizaje.

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